Desde el 29 de agosto al 9 de septiembre, seis representantes de Potrerillos, Chalatenango, El Salvador visitaron su iglesia hermana en Decorah, Iowa. La siguiente reflexión sobre la delegación fue escrita por el Rev. John Caldwell de la Primera Iglesia Metodista Unida.
Hace cinco años, cuando me nombraron pastor de la Primera Iglesia Metodista Unida tenía curiosidad sobre Iglesias Hermanas. Quería saber más acerca de este programa en el que por gastos no pocos, personas iban y venían de El Salvador y no se construía nada, no se pintaba nada, y no se reparaba nada. Yo nunca había escuchado de un pastoral (o misión) que parecía lograr tan poco. Y sin embargo, me di cuenta de que el compromiso al hermanamiento aquí era a la vez profundo y ampliamente compartido.
Bueno, ¡me enteré! He participado en dos delegaciones del Norte al Sur. He visto y experimentado lo que es tener un hermanmiento con la gente, las personas cuyas vidas son muy diferentes a las nuestras, y que (como comunidad) viven en un nivel económico muy diferente de lo que vivimos nosotros (como una comunidad). Iglesias Hermanas es única en mi experiencia como organización de “misión,” cuyo propósito es construir lazos de solidaridad a través de la amistad. Es importante para nosotros en muchos sentidos, sobre todo porque hace real para nosotros lo que de otro modo permanecería sólo abstracto. Cuando, por ejemplo, miles de niños llegan de El Salvador a los Estados Unidos, nosotros sabemos que hay otra cara de esta historia, una que toca a la gente que conocemos personalmente, y por lo que nos toca también. Cuando nuestra nación adopta políticas del comercio que se supone que nos hacen la vida más fácil o mejor, nos preguntamos: “¿Cómo les afecta a nuestros amigos de Potrerillos?”
Los intercambios expanden nuestra conexión con un mundo mucho más amplio que el en que normalmente vivimos. Esto es cierto para nuestros amigos salvadoreños, también. Ellos pueden experimentar nuestros corazones abiertos y la hospitalidad. Ellos pueden ver que nuestra riqueza comparativa no significa que no tenemos nuestras luchas. Ellos nos ven tratando de asegurarnos de que los que tienen hambre en nuestra propia comunidad tengan suficiente para comer, que los que todavía son olvidados en nuestro (falta de) sistema de salud reciban la atención que necesiten, y que nuestra tierra esté protegida de las empresas que sólo la ven en términos de la riqueza que se puede extraer. Estas son luchas que ambas comunidades comparten.
Durante su visita escuché de ellos a menudo que están felices de poder ver más allá de las dificultades impuestas por las políticas estadounidenses, que pueden ver nuestros corazones y llamarnos no sólo amigos, sino familia.
Confieso que yo tengo que aspirar a ser cómo nos ven.
¡Gracias a todos los que ayudaron a hacer esto posible: los anfitriones que abrieron sus casas y sus vidas, las personas que planearon cada una de las actividades, los pilotos, y los que asistieron a las actividades e hicieron que nuestros huéspedes se sintieran bienvenidos! ¡Gracias a todos los que han hecho contribuciones financieras directas para que sea posible, a los que han organizado y dirigido la recaudación de fondos de Iglesias Hermanas, y no menos importante de todos, aquellos de ustedes que han luchado contra los mosquitos y el calor para apoyar los conciertos de Música Dulce a través de los años! Gracias.
Ciertamente recordaremos la visita del mes pasado de nuestros amigos de El Salvador como uno de los momentos más impactantes de este año en la vida de la Primera Iglesia Metodista Unida.
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