por Carlos Orellana
Carlos es médico en una clínica rural en Chalatenango, El Salvador. También es un líder comunitario y un miembro muy activo en el hermanamiento que su comunidad Potrerillos mantiene con Decorah First United Methodist Church.

El último mes en cuarentena ha sido difícil. Como médico puedo decir que en un principio podríamos tomar el control, y como médico pensé que a nosotros, en las comunidades rurales, no nos afectaría demasiado esta pandemia. En ese momento pensaba más como médico de cabecera de una clínica de salud rural comunitaria. Fue hasta que me trasladaron al hospital Regional de nivel secundario en Chalatenango, cuando vi más claramente esta realidad de la pandemia. Mi tarea inicial fue como médico en la atención primaria de pacientes con COVID. En este camino pude enfrentar el miedo, no solo mis propios miedos, por estar expuesto diariamente a la contaminación además del estrés por no tener mucho contacto con mi familia y más allá de eso, el temor a contaminarlos.
Algún tiempo después, me requirieron para apoyar al equipo de la morgue, allí experimenté el miedo a la muerte, dolor, pena, sufrimiento, vacío, deshumanización pero aun con todo eso, también experimenté el sentido más profundo de la humanidad en toda su extensión.


